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Reflejos


Es curioso. Llevo una semana viviendo en la casa nueva, y aún no conozco a nadie en el edificio. ¿Debería presentarme a los vecinos con galletas y pastelitos, en plan americano? Solo he coincidido con mi vecina inglesa y sus niños llorones, pero el resto del edificio parece desierto... Nadie en la escalera, ni en el ascensor, nadie en el garaje ni en el portal... Nada... Solo el portero parece estar siempre. Y el tío es encantador pero raja que da gusto. En serio, evito en la medida de lo posible pasar por el portal porque si me pilla por banda no me libro de al menos media hora de charla. Pero de los vecinos ni rastro...
Y sin embargo sé que no estoy sola. Desde mi salón los veo a todos. Ellos creen que están a salvo en la intimidad de sus casas, pero no se dan cuenta de que yo les miro. Las luces encendidas se reflejan en las ventanas del edificio de enfrente, que está deshabitado. Dos pisos por debajo de mi casa hay un señor viendo la tele sentado en un sillón de orejas. En el segundo piso, un par de casas a la izquierda, hay un niño tocando el piano y una señora haciendo punto. ¡Gracias a Dios ningún baño de este lado de la casa tiene ventanas!

La verdad es que el balance de la primera semana es fantástico. Además estoy super agradecida porque, aunque no les conozco todavía, mis vecinos de al lado me han preparado un juego de bienvenida super divertido. Consiste en que cada vez que salta mi despertador por la mañana, ellos se lían como locos a aporrearme la pared. Con los puños, con todas sus fuerzas. El otro día incluso me golpearon la pared por la tarde, creyendo que la música que salía del teatro junto al edificio salía en realidad de mis altavoces. ¿No es divertido? Yo me estoy divirtiendo como una enana. El problema es que no conozco las reglas y no sé cuando cambia el turno y me toca aporrear a mí... A lo mejor tengo que pasarme por su casa a preguntarselo, aprovechando que están tranquilos en el salón leyendo el periódico (su reflejo me lo ha contado). No sé, si mañana cuando suene mi despertador no golpean la pared lo tomaré como una señal y la golpearé yo. ¡Lo último que quisiera sería perder la partida a este juego tan divertido!



Además del juego de los vecinos y del cine de reflejos que se forma en el edificio de enfrente, hay muchas otras atracciones en la calle. Por ejemplo, la escuela de tambor, que no es tal. En realidad es la Casa Vasca de Madrid, donde además de dar clases de tambor los sábados por la tarde, dan clases de aurresku por la mañana. Y yo que pensaba que era diferente por cantar en un coro... Si les digo a mis amigos que el sábado por la mañana voy a clases de danzas populares vascas les da un soponcio. Esta mañana me he despertado con la música del chistu y cuando me he asomado por la ventana y he visto a gente saltando al otro lado de la calle no me lo podía creer. He ido a lavarme la cara y cuando he vuelto SEGUÍAN AHÍ, dale que te pego al aurresku. Espectacular.

¡¡Me encantan mi nueva casa y mi nuevo barrio!! Ayer me llamaron unos amigos que estaban terminando de cenar en Callao a las 23.45, me vestí y en cinco minutos me planté allí andando! Algo impensable para la antigua "chica de Alcobendas".

Por cierto, aviso a navegantes. La semana que viene me toca tournée levantina, con reuniones en Valencia y Castellón. Creo que mi efecto mariposa está prácticamente controlado, pero si alguien quiere hibernar el miércoles y el jueves......... Yo aviso!! Nuevo año, nuevos viajes con mis médicos. Los echaba tanto de menos...

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